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sábado, 12 de diciembre de 2015

Adornos sobre el pecho de la charra

Candela, un "charro" en El Rocío
CAPÍTULO XI: La boda
—Poco después de acabar con «la matanza» de aquel año de 1810, después de Reyes, y pese a que antes no había querido alistarme para luchar contra los franceses, pues consideraba que mi sitio estaba al frente de la hacienda, cuando supe que iba a ser sitiada Ciudad Rodrigo, apresté mi caballo y me presenté en Ciudad Rodrigo. Allí al llevar montura, y tras las pruebas pertinentes me alistaron en el Regimiento de Lanceros de Castilla.
— ¿Qué pruebas eran esas que te hicieron pasar, abuelo?
—Pese a que todos me conocían, y conocían mi destreza con la garrocha y con el caballo, era uno de los mejores jinetes de la diócesis, tenían orden estricta de hacer pasar las pruebas de dominio del caballo y destreza con la garrocha, pues si las pasabas te consideran un buen lancero, y te podías unir a los que mandaba «El Charro».
—Abuelo, —exclamaron a unísono Diego y Candela, sorprendidos ambos porque el abuelo hubiera conocido a «El Charro», ¿es que le conociste?
—A Julián Sánchez lo conocía de antes, era mayoral en una vaquería de las proximidades de Muñoz, su pueblo de nacimiento, de hecho habíamos tratado en las ventas de algunas cabezas, aunque yo pocas veces, lo hacía más con mi mayoral, Joaquín, el padre de Antonio, en la feria de Ciudad Rodrigo, pero luego era Julián quien traía los caballos a la dehesa, y lo conozco más por eso.

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