Novelas de Jhuno
Blog para dar a conocer las novelas escritas por mí.
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domingo, 12 de enero de 2020
lunes, 13 de mayo de 2019
Representación
de la diosa Kali
El cuarto jinete
Libro VII de La Leyenda de Jhuno
EPÍLOGO: El Informe y las teorías
—Si ya sé que
piensas que deliro —decía William cuando Savannah le había dicho que se le había ido la olla—, pero créeme,
estoy casi convencido de que la pandemia que te digo tuvo origen en Jhuno. Te
lo voy a explicar con detalle, para que lo entiendas.
—Estoy esperando
que me convenzas William, pero todavía no lo has hecho —le contestó,
rápidamente Savannah—.
—Mira Savannah, yo
tampoco estoy seguro, es más los datos que he podido recopilar, apuntan a las
causas como otras distintas de la que te he dicho yo, pero aún, así y todo,
estoy prácticamente convencido de lo que te estoy diciendo. Como causas siempre
se indican que la peste vino de Asia, mira, en eso estoy de acuerdo, incluso
que la trajeron los jinetes mongoles, pero en lo que no estoy de acuerdo es en
como esos jinetes se contagiaron. Para todo eso he realizado mis
investigaciones que, quiero que sepas antes de seguir disertando sobre el tema.
William dio muchas
y arduas explicaciones sobre el tema, pero la cara de Savannah dejaba entrever,
en sus gestos que, no estaba del todo convencida. Las causas u orígenes de la
pandemia eran diversas y de distintas fuentes, algunas fiables, algunas
difusas, en un amplio espectro territorial de Asia, pero de sus explicaciones,
hubo de reconocer, objetivamente, Savannah que, en ninguna de aquellas
aseveraciones de William, éste había podido demostrar, ni siquiera intentó
afirmarlo, que Jhuno había sido el causante de tal epidemia, y así se lo hizo
saber.
—¡Pero convendrás
conmigo en una cosa, Savannah, la peste es originaria de Asia!
—Sí, en eso estoy
de acuerdo, basándonos en lo que nos has contado, está claro que la peste es
originaria de Asia, no deja lugar a dudas.
—Pero date cuenta
Savannah, de que todos los autores, si bien no se ponen de acuerdo en el punto concreto donde se originó la peste en Asia, ya ves que unos dicen que, en China, otros en la India, algunos lo ubican en el desierto de Gobi, etc., pero en lo que están de acuerdo todos los autores, es que el punto de introducción de la peste en Europa es la ciudad de Caffa, en Crimea, a orillas del mar Negro.
—He de admitir que
así es, en eso coinciden todos los autores.
—Bien, ahí quería
yo llegar. ¿Entonces damos como bueno que, fue en Caffa donde se originó la
peste, en Europa?
—Vale William, lo
damos por bueno, —dijo Savannah—.
Asesinato de
Pedro I a manos de Enrique II de Trastámara
El cuarto jinete
Libro VII de La Leyenda de Jhuno
CAPITULO XX: Guerra civil
castellana II
Du Guesclin había sido tentado por
prebendas económicas y territoriales por parte de Pedro I, así que simuló
aceptar tales ofertas, citando al monarca en su propia tienda de campaña que
mantenía en los exteriores de Montiel.
Según la leyenda, aquel encuentro entre Pedro y Enrique, hermanastros
irreconciliables tuvo tintes de una obra trágica.
Allí se presenta el rey, acompañado,
entre otros, de Men Rodríguez de Sanabria, de Fernando de Castro y de Fernando
Alfonso de Valencia. Cuando
llegó al lugar, Enrique que apreció en la tienda, preguntó a su hermanastro
Pedro. El rey
castellano daba por supuesto que se iban a respetar las formalidades mínimas
pero lo cierto es que no había tomado las precauciones necesarias para evitar
tan mayúscula sorpresa. Esa confianza, le costaría la vida y el reino.
«Muy ajeno el infortunado rey a la felonía o
canallada del caballero francés Du Guesclin, salió con hora prefijada con tan
solo tres caballeros de su confianza, pasó a la tienda del villano extranjero
que le vendió. Pero las reticencias de Du Guesclin y su tardanza en conducirle,
inspiraron sospechas en don Pedro, que decidió regresar a la fortaleza
amurallada de Montiel, cuando avisado secretamente el de Trastámara, se
presentó furioso en la tienda lanzando insultos contra el hermano, a quien ya
ni siquiera conocía.
Allí, su hermanastro, bien plantado y seguro de sí
mismo, le espera junto al fornido gigante francés, jefe de las Compañías
Blancas, ejercito mercenario que lo mismo valía para un roto que para un
descosido, y le pregunta:
— ¿Dónde está ese judío hideputa que se nombra Rey de Castilla?
— ¡El hideputa seréis vos, pues yo soy hijo legítimo del buen Rey Alfonso! —respondió inmediatamente
Don Pedro que fue el primero en iniciar el combate—.
—¡Mandaste a matar a mi madre y a mi hermano y
aunque del mismo padre, hoy muere uno de los dos!
—Quien en el sepulcro cuadre, gran
bastardo, seréis vos. Que soy por divina ley, de Castilla único rey. ¡Oh,
mísero usurpador!
—Para que
pueda heredarte, tus corona y estandarte, ¡muere pues rey y señor!». El Rey Don Pedro el Cruel. Tragedia en Cuatro Actos de Santiago Sevilla
En un momento de la contienda entre los dos hermanos, que peleaban puñal
en mano, el rey de Castilla, Pedro I, consiguió desarmar a Enrique, Conde de
Trastámara, pero en aquel preciso instante, Bertrand du Guesclin intervino
sujetando al rey por la pierna y haciéndolo girar. Ese, fue el instante que
aprovechó Enrique para matar al, hasta ese momento, rey de Castilla, con una
estocada mortal. Después de la lucha, el caballero francés Bertrand du Guesclin
se justificó con su cita más conocida.
Don Enrique,
después de asesinar a su hermano, se cebó furiosamente en su cadáver
profanándole bajo sus plantas y cortándole la cabeza. Don Pedro I el Cruel, a
su muerte, contaba con treinta y cuatro años de edad. Poco antes de morir mandó
asesinar a un fraile dominico porque tuvo el valor y la clarividencia de
advertir al rey que no fuese a Toledo. El profético monje tenía el
presentimiento, y así lo anunció al monarca, de que perecería luchando con su
hermano Don Enrique.
A
continuación, la cabeza del monarca fue clavada en una pica y exhibida entre
las tropas, exponiéndola en las almenas del castillo de Montiel. Con la muerte
de Pedro I terminó el reinado de la Casa de Borgoña en Castilla y empezó el de
la Casa de Trastámara, que casi dos siglos después, llegaría a su final con la
muerte de Fernando el Católico.
Muerte del
infante Don Fadrique Alfonso de Castilla
El cuarto jinete
Libro VII de La Leyenda de Jhuno
La muerte en 1350 de
Alfonso XI significó, en gran medida, una liberación para María de Portugal.
Durante muchos años, tanto la reina como su privado, Alburquerque, habían
esperado la desaparición del monarca o de su concubina para recuperar el papel
que les correspondían en la corte. Aunque su hijo Pedro tenía ya dieciséis años
al acceder al trono, su juventud iba a permitir a la reina madre y a su valido
controlar el poder y dar rienda suelta a sus ambiciones e, incluso, a su sed de
venganza. María aprovechó el nerviosismo y la desunión de la nobleza tras la
muerte de Alfonso XI para afianzar su propia posición política y la de
Alburquerque. Éste consiguió hacerse con el gobierno gracias al apoyo de la
reina madre desde fines de 1350.
Durante los siguientes
tres años, el partido de la reina desencadenó una brutal represión contra
algunos nobles levantiscos en Vizcaya, Burgos (Garcilaso de la Vega) y Aguilar
(Alfonso Fernández Coronel). Pero la primera víctima de este proceso de «depuración» emprendido por la reina
María fue su antigua rival, Leonor de Guzmán. Ésta se había refugiado en Medina
Sidonia tras la muerte de Alfonso XI y la desbandada de sus antiguos
partidarios. Alburquerque consiguió hacerla salir de su retiro dándole
garantías sobre su vida y su libertad. Leonor se reincorporó a la corte, pero
allí quedó convertida en prisionera de la reina madre. Tras una breve
reconciliación entre los nuevos dueños del poder y los antiguos colaboradores
de Alfonso XI, Leonor intentó recuperar parte de su influencia y asestó un
golpe de mano a María de Portugal, al casar, sin consentimiento de Pedro I, a
su hijo mayor, Enrique de Trastámara, con Juana Manuel, hija del infante Don
Juan Manuel. Ello significaba una amenaza para Pedro I, pues este matrimonio
reforzaba sustancialmente los derechos de Enrique y de su descendencia al trono
castellano. Por ello, Alburquerque, bajo la férula de la reina, hizo encerrar a
Leonor de Guzmán en Carmona bajo estrecha vigilancia. Es posible que, desde
fines de 1350, la reina albergara el propósito de acabar con la vida de Leonor,
tanto por saciar su antiguo resentimiento contra ella, como por evitar que se
convirtiera en cabeza de la oposición nobiliaria. En enero de 1351, la corte
salió de Sevilla para visitar las tierras de la Orden de Santiago, llevando
consigo a Leonor de Guzmán. Después de esta visita, Alburquerque ordenó que
Leonor fuera llevada prisionera a Talavera de la Reina, ciudad que pertenecía
en señorío a María de Portugal. Allí, poco después, Leonor fue asesinada,
probablemente por instigación directa de la reina madre, quien, sin embargo,
trataría posteriormente de llegar a una reconciliación con los hijos bastardos
de Alfonso XI.
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