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lunes, 13 de mayo de 2019


Asesinato de Pedro I a manos de Enrique II de Trastámara
El cuarto jinete
Libro VII de La Leyenda de Jhuno
CAPITULO XX: Guerra civil castellana II
Du Guesclin había sido tentado por prebendas económicas y territoriales por parte de Pedro I, así que simuló aceptar tales ofertas, citando al monarca en su propia tienda de campaña que mantenía en los exteriores de Montiel.
Según la leyenda, aquel encuentro entre Pedro y Enrique, hermanastros irreconciliables tuvo tintes de una obra trágica.
 Allí se presenta el rey, acompañado, entre otros, de Men Rodríguez de Sanabria, de Fernando de Castro y de Fernando Alfonso de Valencia. Cuando llegó al lugar, Enrique que apreció en la tienda, preguntó a su hermanastro Pedro. El rey castellano daba por supuesto que se iban a respetar las formalidades mínimas pero lo cierto es que no había tomado las precauciones necesarias para evitar tan mayúscula sorpresa. Esa confianza, le costaría la vida y el reino.
«Muy ajeno el infortunado rey a la felonía o canallada del caballero francés Du Guesclin, salió con hora prefijada con tan solo tres caballeros de su confianza, pasó a la tienda del villano extranjero que le vendió. Pero las reticencias de Du Guesclin y su tardanza en conducirle, inspiraron sospechas en don Pedro, que decidió regresar a la fortaleza amurallada de Montiel, cuando avisado secretamente el de Trastámara, se presentó furioso en la tienda lanzando insultos contra el hermano, a quien ya ni siquiera conocía.
Allí, su hermanastro, bien plantado y seguro de sí mismo, le espera junto al fornido gigante francés, jefe de las Compañías Blancas, ejercito mercenario que lo mismo valía para un roto que para un descosido, y le pregunta:
¿Dónde está ese judío hideputa que se nombra Rey de Castilla?
¡El hideputa seréis vos, pues yo soy hijo legítimo del buen Rey Alfonso! respondió inmediatamente Don Pedro que fue el primero en iniciar el combate.
—¡Mandaste a matar a mi madre y a mi hermano y aunque del mismo padre, hoy muere uno de los dos!
Quien en el sepulcro cuadre, gran bastardo, seréis vos. Que soy por divina ley, de Castilla único rey. ¡Oh, mísero usurpador!
Para que pueda heredarte, tus corona y estandarte, ¡muere pues rey y señor!». El Rey Don Pedro el Cruel. Tragedia en Cuatro Actos de Santiago Sevilla
En un momento de la contienda entre los dos hermanos, que peleaban puñal en mano, el rey de Castilla, Pedro I, consiguió desarmar a Enrique, Conde de Trastámara, pero en aquel preciso instante, Bertrand du Guesclin intervino sujetando al rey por la pierna y haciéndolo girar. Ese, fue el instante que aprovechó Enrique para matar al, hasta ese momento, rey de Castilla, con una estocada mortal. Después de la lucha, el caballero francés Bertrand du Guesclin se justificó con su cita más conocida.
Don Enrique, después de asesinar a su hermano, se cebó furiosamente en su cadáver profanándole bajo sus plantas y cortándole la cabeza. Don Pedro I el Cruel, a su muerte, contaba con treinta y cuatro años de edad. Poco antes de morir mandó asesinar a un fraile dominico porque tuvo el valor y la clarividencia de advertir al rey que no fuese a Toledo. El profético monje tenía el presentimiento, y así lo anunció al monarca, de que perecería luchando con su hermano Don Enrique.
 A continuación, la cabeza del monarca fue clavada en una pica y exhibida entre las tropas, exponiéndola en las almenas del castillo de Montiel. Con la muerte de Pedro I terminó el reinado de la Casa de Borgoña en Castilla y empezó el de la Casa de Trastámara, que casi dos siglos después, llegaría a su final con la muerte de Fernando el Católico.

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