La batalla del rio Salado 1340 cuadro del Real Monasterio
de Guadalupe
LA TIERRA DONDE HAS DE
MORIR
Libro VI de la Leyenda de
Jhuno
Capítulo XVI: Los ejércitos enfrentados
La actitud de Harek había despertado comentarios en el
campamento, en la parte que ocupaba la compañía concejil de Ciudad Rodrigo.
Sabedores, casi todos ellos de que el noruego no tenía rival con el arco,
cuando se anunció el concurso todos corrieron a decírselo. A todos les gustaba
que uno de los suyos, como lo consideraban a Harek, ganara ese concurso, pues
estaban seguros de ello.
Las disculpas que, exponía no llegaron a convencer a ninguno de
ellos, que no entendían ese modo de ser de aquel que, bien pudiendo ganar ese
concurso fácilmente, no se presentara a él. Incluso el jefe de la milicia le
animo a ello, pero Harek no iba a faltar, en modo alguno, a la promesa que le
había hecho a su amada Leonor, aunque no entendiese los motivos.
Durante aquellos torneos, concursos y alardes guerreros que se
mantuvieron en el campamento cristiano mientras las fuerzas estaban acampadas
en las inmediaciones de Sevilla, Harek se mantuvo al margen, un tanto
solitario, justificándose cuando era menester diciendo que necesitaba practicar
con la espada, arma con la que no era tan diestro como con el arco. En aquellos
momentos le hubiera gustado tener en su poder aquella espada de la familia, «la espada negra», que pese a desconocer
todo su potencial y más aún, sus propiedades, sabía de siempre que, era una
espada especial. Ser el segundo de los hijos varones, había sido determinante
en la herencia, no obstante, siempre agradeció a su hermano Gunnar, o Jhuno,
como le gustaba a él, que lo llamasen, el medallón que le había cedido y que
todavía conservaba, llevándolo siempre consigo. Quizás, algún día, pensaba
Harek, cuando regrese al norte, le fuera necesario.
El jefe de la milicia comunico la marcha para dos días después,
así que Harek, previsor él, no hubo de hacer acopio de vituallas, como si lo
tuvieron que hacer deprisa y corriendo, otras compañías y hermandades armadas,
así como órdenes militares y huestes diversas, además de alguna que otra
mesnada.
Sevilla y los alrededores, era una vaca seca, a la que durante
mucho tiempo habían estado ordeñando tanta gente armada, mientras permanecían
cerca de la ciudad, acampados. Ahora no había para todos, así que los víveres,
agua, vino y últimos animales, no llegarían mucho más allá de una semana, para
tanta gente. Harek, sabía que tendría para cerca de un mes, pues desde que
había llegado a Sevilla, mucho antes, había repuesto convenientemente todo lo
consumido en el viaje, además de las previsiones de estancia cerca de Sevilla,
más un tanto que, dejaba siempre de remanente para la campaña que cada día
estaba más cerca. Había que ser previsor.
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