El desierto de Taklamakán
LA TIERRA DONDE HAS DE MORIR
Libro VI de la Leyenda de Jhuno
Capítulo
XV: El mar de la muerte
Jhuno había
cumplido todas y cada uno de los rituales de la hospitalidad, entre los
mongoles, primero había dicho que sujetaran al perro, desde fuera de la tienda,
con frases cortas, mal pronunciadas en el idioma que poco a poco iba
aprendiendo. Tras haber escondido todas sus armas, pues sabía que no estaba
permitido entrar en el interior de la yurta,
armado, pero tampoco quería que, sus posibles perseguidores, lo descubrieran
entró en su interior, por su parte izquierda, donde fue agasajado como era
costumbre entre los mongoles.
Estaba lejos
de la Ruta de la Seda, estaba en el mar de hierba de las llanuras mongolas,
mucho más al norte de aquella ruta que, de un modo u otro, no sólo deseaba
tomar, sino que era necesario hacerlo para poder llegar a su destino, mucho más
al oeste de donde se encontraba.
La decisión
la tomó nada más terminar el combate con Li-Shun. No podía regresar a la
ciudad, si lo hiciera de seguro que sería hecho prisionero y ejecutado. No es
que le asustara morir, al contrario, lo deseaba, pero tras las palabras de
Talutah, no debía de hacerlo en aquel lugar, sino mucho más al oeste, tras ver
a los jinetes de la muerte, de otro
modo no podría reunirse con su amada para toda la eternidad, eso le había dicho
ella, pero no lo comprendía muy bien, por muchas vueltas que le había dado al
asunto.
Ahora
tomando el té que le habían ofrecido, con leche grasienta además de unos trozos
de «buuz»,
en el interior de aquel yurta,
pensaba el albino que quizás, no fueran tan diferentes las formas de vida de
los mongoles en sus llanuras como la de los sioux donde vivió tantos años en
las suyas, la única diferencia la clase de animales para cazar.
Los
mongoles, como los sioux, también cazaban animales para complementar su dieta
con conejos, ciervos, jabalíes y roedores salvajes tales como ardillas y
marmotas. Durante el invierno los mongoles pescaban en los espejos de agua
congelados. Muy raras veces los mongoles mataban animales durante el verano,
pero si un animal moría de causas naturales entonces preservaban su carne. Para
ello cortaban la carne en lonjas y las dejaban expuestas al sol y al viento
para que se secaran. Durante el invierno el único animal doméstico que se
faenaba eran las ovejas, aunque durante ceremonias a veces se mataban caballos.
La etiqueta
a la hora de la comida sólo existía durante festejos y ceremonias. La comida
por lo general carne era trozada en pedazos pequeños. A los invitados se les
ofrecía la carne enhebrada en palillos y el dueño de casa determinaba el orden
en que se servían los huéspedes. Dependiendo de la clase social a las personas
se les asignaban distintas partes del animal y era responsabilidad de aquel que
servía o el «ba’urchis» saber cuál
era la clase social de cada comensal. La comida era tomada con los dedos y la
grasa escurría hasta el suelo o sobre los ropajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario