Estandarte de Abý l-Hasan, empleado en la batalla del
Salado, 1340 y custodiado en la Catedral de Toledo
LA TIERRA DONDE HAS DE
MORIR
Libro VI de la Leyenda de
Jhuno
Capítulo XVIII: Pendones en la Batalla
del Salado
Desde Sevilla, donde
salieron los ejércitos cristianos camino de Tarifa, habían pasado ocho días
hasta llegar a la Peña del Ciervo, donde se pudo apreciar la extensión y
disposición de las fuerzas musulmanas en el campo.
Fue en la tarde noche del
29 de septiembre, donde ya conocidas la disposición de las tropas musulmanas
contra las que iban a combatir, cuando se reunió el consejo de guerra.
Allí se decidió el orden
de batalla que hemos relatado anteriormente, dejando que el rey de Castilla
luchara contra el rey de Marruecos, mientras que el rey de Portugal, lo haría
contra el rey de Granada, pero debido a su escasez de fuerzas, se le agregaron
las huestes, mesnadas y compañías concejiles descritas, entre las que estaba la
compañía concejil de Ciudad Rodrigo.
El lunes 30 de octubre de
1340 a primera hora de la mañana se iniciaron los preparativos que, comenzaron
con la misa que diera el arzobispo de la catedral primada de España y con la
bendición de las armas. Las tropas avanzaron en el mismo orden que plantearían
en la batalla, se dirigieron sin dificultad hasta la orilla del Salado, donde
quedaron enfrentados a muy escasos metros de las avanzadillas musulmanas.
La luz que incidía de
frente a los cristianos, le aconsejó esperar que el sol ascendiera algo más en
el cielo para continuar la batalla. El viento que hubiera sido un factor
negativo para los castellanos por encontrarse a la parte de poniente no sopló
aquel día que, según la narración de la crónica fue día de transición entre
poniente y levante.
La batalla campal de
Tarifa fue aceptada por los dos bandos que, estuvieron en condiciones de evitar
el enfrentamiento. La batalla se produjo porque tanto cristianos como
musulmanes sabían que tarde o temprano tendrían que enfrentarse en combate
campal. Así que asumieron el enorme riesgo que ello conllevaban y acordaron que
se diese en Tarifa, que beneficiaba algo más a los musulmanes, que en caso de
derrota podían acogerse, como lo hicieron, en la seguridad de Algeciras.
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