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lunes, 22 de enero de 2018


Estandarte de Abý l-Hasan, empleado en la batalla del Salado, 1340 y custodiado en la Catedral de Toledo
LA TIERRA DONDE HAS DE MORIR
Libro VI de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XVIII: Pendones en la Batalla del Salado
Desde Sevilla, donde salieron los ejércitos cristianos camino de Tarifa, habían pasado ocho días hasta llegar a la Peña del Ciervo, donde se pudo apreciar la extensión y disposición de las fuerzas musulmanas en el campo.
Fue en la tarde noche del 29 de septiembre, donde ya conocidas la disposición de las tropas musulmanas contra las que iban a combatir, cuando se reunió el consejo de guerra.
Allí se decidió el orden de batalla que hemos relatado anteriormente, dejando que el rey de Castilla luchara contra el rey de Marruecos, mientras que el rey de Portugal, lo haría contra el rey de Granada, pero debido a su escasez de fuerzas, se le agregaron las huestes, mesnadas y compañías concejiles descritas, entre las que estaba la compañía concejil de Ciudad Rodrigo.
El lunes 30 de octubre de 1340 a primera hora de la mañana se iniciaron los preparativos que, comenzaron con la misa que diera el arzobispo de la catedral primada de España y con la bendición de las armas. Las tropas avanzaron en el mismo orden que plantearían en la batalla, se dirigieron sin dificultad hasta la orilla del Salado, donde quedaron enfrentados a muy escasos metros de las avanzadillas musulmanas.
La luz que incidía de frente a los cristianos, le aconsejó esperar que el sol ascendiera algo más en el cielo para continuar la batalla. El viento que hubiera sido un factor negativo para los castellanos por encontrarse a la parte de poniente no sopló aquel día que, según la narración de la crónica fue día de transición entre poniente y levante.

La batalla campal de Tarifa fue aceptada por los dos bandos que, estuvieron en condiciones de evitar el enfrentamiento. La batalla se produjo porque tanto cristianos como musulmanes sabían que tarde o temprano tendrían que enfrentarse en combate campal. Así que asumieron el enorme riesgo que ello conllevaban y acordaron que se diese en Tarifa, que beneficiaba algo más a los musulmanes, que en caso de derrota podían acogerse, como lo hicieron, en la seguridad de Algeciras.


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