Recreación de una mazmorra de Samarcanda
LA TIERRA DONDE HAS DE
MORIR
Libro VI de la Leyenda de
Jhuno
Capítulo XIX: El cautiverio
El lugar
donde había sido encerrado, desde luego cumplía todos los cánones que, debe
tener una estancia para ser denominada mazmorra, calabozo o celda,
un lugar seguro y fuete que, normalmente situado en cárceles o establecimientos
penales, sirve para encierro, mayor sujeción y castigo físico de los presos,
pero eso claro está desde un punto de vista actual. Estamos en la edad media,
cerca del año 1340, en la ciudad de Samarcanda, y en ese concepto histórico y
geográfico, esos conceptos quedan un poco desvirtuados. Allí, en los
subterráneos de la ciudadela, es donde se encontraba la mazmorra donde había
sido llevado Jhuno.
Como termino
general, podíamos decir que las galerías de la mazmorra constan de pasadizos de
circulación y celdas, propiamente dichas. Las mazmorras tienen las
circunstancias de ser oscuras y horribles, pero con una característica que la
empeora por su finalidad: el tormento. En un castillo lo primero que se
construía era la terrible mazmorra, que incluso hoy día espanta, pero en la
mayoría de los casos era ocupada por delincuentes culpables, y que sólo volvían
a contemplar la luz del día en los instantes previos a la exposición de sus
cuellos al hacha del verdugo, si no morían en la mazmorra por las torturas.
Está claro
que uso de mazmorras era principalmente para encierro y tortura; eran
subterráneas para infundir mayor terror a los presos cuando los llevaban allí y
para evitar que en el mundo exterior se oigan sus gritos de dolor cuando eran
torturados. Algunas celdas tenían cráneos o esqueletos encadenados de presos
que habían muerto anteriormente de hambre o por torturas, lo cual hacía más
horrible el aspecto de las mazmorras, pues daban macabra compañía a los presos
vivos y les daban a entender que ellos también iban a correr la misma suerte en
castigo por los delitos por los cuales fueron traídos allí. Estas razones y la
asociación de las mismas con los temores claustrofóbicos de la gente a quedarse
encerrado bajo tierra han convertido a las mazmorras en una poderosa metáfora
en gran variedad de contextos, historias, leyendas y películas de terror.
La mazmorra
ha pasado a la historia y al inconsciente colectivo como una serie interminable
de galerías subterráneas apenas iluminadas por unas antorchas empotradas en la
pared, los reos desnudos colgados de las muñecas con grilletes unidos a unas
cadenas empotradas en el muro, y los verdugos con capucha en la cabeza y látigo
en la mano con el cual flagelan día y noche a los reos; pero además de los
latigazos empleaban también otros métodos de tortura: potro, cepo, palmeta,
desgarramientos, mutilaciones, quemaduras, empalamiento, etc.
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