Vistas de página en total

martes, 12 de agosto de 2014

Lilan Wakan
Libro III de la Leyenda de Jhuno
Capitulo XIII UTES DE LA GRAN CUENCA
Antes atravesaron un río y comenzaron a acometer las primeras alturas, poco a poco, con calma pero sin pausa. Jhuno sabía que el ritmo en las subidas era lo más importante. A medida que dejaron la planicie y se adentraron en las escarpadas subidas, Jhuno dejo «un poco de lado» el arco largo, sin soltarlo de su mano, pero comenzó a acariciar, casi sin darse cuenta la espada negra. Eso implicaba, que el peligro podía acecharle, y desde luego no olvido nunca el ataque del «Igmu´watogla» (puma), el único animal que como el mismo, estaba en la cúspide de la pirámide de la vida y la muerte en la naturaleza, y ambos eran capaces de dar la muerte al otro.
Después de haber matado aquel animal, en las colinas negras, en el encuentro con Talutah, había matado otros dos, en las mismas colinas, de similar tamaño, y con esas muertes, las águilas cazadas, y los bisontes cobrados, era con mucho, considerado el mejor y el más valiente de entre todos los guerreros lakotas. Su fama se había extendido por todo el hábitat sioux tetón.
En dos ocasiones se paró de súbito, y con un ademán hizo que la joven que lo seguía hiciera lo propio. Había olfateado el olor de un «Igmu´watogla», había escuchado el «silencio» que precedía a su ataque, y había previsto el lugar de su emboscada, por lo que sin dilación había sacado de su funda a la espada negra capaz de dar una negra muerte en una sola embestida a cualquier animal que osara atacarle. Pero, en ambas ocasiones, los animales, presintiendo el peligro de su ataque, desistieron del mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario