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martes, 9 de septiembre de 2014

LILAN WAKAN - Libro III de la Leyenda de Jhuno

CAPITULO XVIII: El final del viaje
Jhuno entendió perfectamente que se le aplicaba también en esta cultura, lo que se la había estado haciendo por todas las culturas y pueblos de este nuevo mundo, quizás por su aspecto, además de su estatura, se le adjudicaba la divinidad, y en este caso la de un dios llamado Quetzalcóatl, que de seguro se parecía a como lo representaban. No le dio más importancia, estaba acostumbrado a ser un dios.
―Venimos a por medicinas, que curen a nuestro pueblo, medicinas que los salven de la muerte a que los aboca la enfermedad que contraen.
A continuación, Jhuno le relató todos y cada uno de los síntomas que había padecido su hijo Gunnar, hasta el momento de morir, esperanzado de que le dieran un remedio para tal mal.
La tlatoani que había comprendido todo lo que relató Jhuno, y no viendo peligro alguno en su petición, intercambio algunas frases con su tlacochcálcatl Thorir acerca de poder darle una medicina que lo ayudase. El médico de la tlatoani comunicó que no solo desconocía tal enfermedad, sino que además no conocía remedio alguno para ella, por lo que no podía facilitarle la medicina que solicitaba.
A Talutah, que había permanecido callada todo el tiempo, le embargo una gran pena, cuando Jhuno le hizo comprender lo que le había dicho el médico. Hizo un gran lamento, en voz alta:
― ¿Oh Wakȟáŋ Tȟáŋka (Wakan Tanka o Wakantanka), tú que nos has traído a este valle tan al sur de las tierras de nuestros padres, con qué fin lo has hecho si sabias que no había remedio para nuestros males?, ―decía mientras levantaba los dos brazos al cielo.
Nadie la contestó, ni Wakȟáŋ Tȟáŋka, ni ningún dios de entre los mexicas, nadie dio respuesta al lamento de Lilan Wakan, de Talutah, que lloraba aún la pérdida de su hijo. Pero nadie entendió su pena, nadie supo de su pérdida, nadie excepto su amado Jhuno, pues el lamento de aquella, lo había hecho en lakota, y tan solo Jhuno conocía aquel idioma.

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