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jueves, 19 de febrero de 2015



Fonda Veracruz. En la Aljama salmantino. En la actualidad es la Escuela de Hostelería. Foto: [Jhuno]

WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo VI: La Aljama

Atzmon, era por quien preguntaba Diego, que iba acompañado de Leonor y de Harek, por las calles estrechas y populosas de la aljama salmantina, hasta que dieron con él, que se encontraba en su casa un poco por encima de la Iglesia de San Millán, en la calle del mismo nombre.

Atzmon era el típico prestamista judío de la época en la península ibérica, negocio éste, que además de alguno otro, hicieron que esta comunidad, la judía, casi llegara a poseer toda la riqueza de los reinos cristianos unos cientos de años después, y que por ello fueran odiados y vilipendiados, por doquier. Pero que además, era el pagador de ciertos pagarés, esos que abonaban un dinero contra un documento expedido por otro judío, generalmente, de otra ciudad, en este caso de Sevilla, y que por una módica comisión hacían efectivo al que se lo presentase.

Vivía principalmente de eso, y de prestar dinero a quien se lo pedía, y se lo pedía mucha gente, pero con los que más ganancias tenía era con la gente más pudiente, que al fin y al cabo, era quien se aventuraba a mayores gastos. Si hiciéramos cuentas, en realidad casi la mitad de la ciudad le pertenecía, en mayor o menor medida, pues no había noble, burgués, tendero, comerciante, o de cualquier otro gremio que no le debiera dinero.

Su casa a veces parecía un lugar público, pues hasta ella llegaban los criados con las pocas monedas semanales que sus amos les habían dado para ir resarciendo la deuda o pagando los intereses de ella, con el consiguiente recibo documental. Acto de vileza considerado por los amos de aquellos criados, que no querían por nada del mundo que los vieran con Atzmon.

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