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sábado, 21 de febrero de 2015

WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo VIII: Santa María de la Sede
En aquellas semanas que permaneció en Salamanca, en las que no sólo descansó de su largo viaje, por los caminos de los reinos de Francia, Navarra y Castilla y León, sino que además pudo aprender a montar a caballo, bueno a mantenerse encima del caballo, lo cual era bastante, nació en el noruego una atracción especial hacia la dama a la que junto con Diego Hernández había salvado la vida de aquellos forajidos.
Leonor de Guzmán era una joven extremadamente bella, de lo que ni siquiera, en opinión de Harek, ella misma era consciente. No obstante, su deseo por ella, su amor por la joven, le impedía siquiera insinuárselo, temeroso de que no le correspondiera. Aunque, a veces, había visto en ella miradas furtivas, que apartaba rápidamente si era sorprendida, nunca quiso hacerse ilusiones sobre ello.
Soñaba con ella, en realidad eran más deseos que sueños, deseos de estar con ella, con los que cada noche, a altas horas de la madrugada se quedaba dormido plácidamente en los brazos de la amada de sus pensamientos.
Normalmente, le resultaba imposible estar a solas con ella, pues siempre su fiel servidor Diego Hernández, los acompañaba. Tanto ella como Diego, le estaban muy agradecidos por haberlos salvado, y desde luego nunca pensaría Diego que Harek pretendía de alguna manera a su señora Leonor.


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