WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo IX: La banquisa
Cuando Jhuno y Neurana llegaron a donde este tenía su
hogar, el que había formado tiempo atrás con Nukâka, y ahora con el hijo de ambos Ulloriak, lo primero que pudieron apreciar, es que
fuera la vivienda, se encontraba el chico, intentando, ya a la edad de cuatro
años, hacer su primer kayak, cosa que
no conseguiría, hasta los ocho o diez años de edad, en que podría navegar con
su padre y aprender a pescar en las aguas heladas, en verano.
Cuando el niño se dio cuenta de que regresaba su padre, al que
reconoció por las pieles que le cubrían, pues apenas se le veía el rostro,
junto con un hombre muy alto, desconocido para él, grito para que su madre, Nukâka, supiera que su padre
estaba regresando. Nukâka, hizo un
gesto, tipo reverencia ante Neurana, y al acercarse éste tuvieron
entre ambos una pequeña muestra del cariño que se profesaban entre ambos. El
niño, cuando sus padres se habían acariciado, corrió hacia las piernas de su
padre, a recibir su caricia, cosa que Neurana
hizo en forma de besos y abrazo.
Fuera de la vivienda, que no era
más que cuatro palos atados en su parte superior y cubiertos de pieles de foca,
en su exterior y en el interior, en el suelo, bastas pieles para aislar de la
humedad del terreno, se encontraban el trineo y los perros, que se supone
tiraban de él, cuando Neurana necesitaba
viajar. En invierno, que estaba para llegar en las próximas fechas, la vivienda
se convertiría en algo más serio para abrigarse del frio.
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