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martes, 24 de febrero de 2015



WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo IX: La banquisa
Cuando Jhuno y Neurana llegaron a donde este tenía su hogar, el que había formado tiempo atrás con Nukâka, y ahora con el hijo de ambos Ulloriak, lo primero que pudieron apreciar, es que fuera la vivienda, se encontraba el chico, intentando, ya a la edad de cuatro años, hacer su primer kayak, cosa que no conseguiría, hasta los ocho o diez años de edad, en que podría navegar con su padre y aprender a pescar en las aguas heladas, en verano.
Cuando el niño se dio cuenta de que regresaba su padre, al que reconoció por las pieles que le cubrían, pues apenas se le veía el rostro, junto con un hombre muy alto, desconocido para él, grito para que su madre, Nukâka, supiera que su padre estaba regresando. Nukâka, hizo un gesto, tipo reverencia ante Neurana, y al acercarse éste tuvieron entre ambos una pequeña muestra del cariño que se profesaban entre ambos. El niño, cuando sus padres se habían acariciado, corrió hacia las piernas de su padre, a recibir su caricia, cosa que Neurana hizo en forma de besos y abrazo.
Fuera de la vivienda, que no era más que cuatro palos atados en su parte superior y cubiertos de pieles de foca, en su exterior y en el interior, en el suelo, bastas pieles para aislar de la humedad del terreno, se encontraban el trineo y los perros, que se supone tiraban de él, cuando Neurana necesitaba viajar. En invierno, que estaba para llegar en las próximas fechas, la vivienda se convertiría en algo más serio para abrigarse del frio.

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