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domingo, 1 de marzo de 2015


 WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XI: El líder del trineo
Como comerciantes que eran, aquellos inuits acogieron bien a Jhuno y Neurana, a lo que, además, estaban obligados por las costumbres, tanto de inuits como de yupiks, y era la ley de la hospitalidad, que incluso, llegaba a términos insospechados, el marido debería de permitir que su huésped tuviera relaciones con su mujer. Esta hospitalidad sexual, nace en el intercambio de esposas, y se considera un signo de amistad. Podría decirse que tal costumbre es consecuencia de la vida nómada que obliga a los hombres a estar ausentes de sus hogares durante largos periodos de tiempo, por lo que esa hospitalidad sexual, se concibe como medio socialmente aceptado para mitigar las tensiones sexuales de los varones y disminuir la agresividad que pudiera generarse de su prolongada abstinencia. Pero también es la mujer quien se ofrece al forastero, sin necesidad de consultar u obtener la aprobación de su cónyuge.

Neurana, siguiendo esta costumbre, y pasados unos días, lo había hablado con su esposa Nukâka.

―Habrá que ir pensando en que tienes que yacer con el Jhuno, ―decía Neurana a su esposa―.

―Si esposo mío, lo había pensado yo, pero no estoy segura de sí Jhuno, por ser extranjero sabrá apreciar nuestras costumbres.

― ¿A ti te agradaría, o por el contrario te causa repulsa?

―Sabes que es nuestra obligación, Jhuno viene viajando mucho tiempo, y cuando se marche de aquí, lo hará también por mucho tiempo. Se lo debemos, ―decía Nukâka.

―Mira si te parece, mañana tendré construido un pequeño iglú para que nuestro hijo y yo, pasemos la noche, y tú te acicalas bien, que yo mandaré a Jhuno a nuestro iglú, donde tú le esperaras desnuda envuelta en pieles y lo tendrás para ti toda la noche.

―Está bien esposo mío, ― le contestó Nukâka a su esposo, ―será una sorpresa para Jhuno, ―no pudiendo reprimirse una sonrisa pícara.

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