WIYOHPEYATA
WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XI: El líder del trineo
Como
comerciantes que eran,
aquellos inuits acogieron bien a
Jhuno y Neurana, a lo que, además,
estaban obligados por las costumbres, tanto de inuits como de yupiks,
y era la ley de la hospitalidad, que incluso, llegaba a términos insospechados,
el marido debería de permitir que su huésped tuviera relaciones con su mujer.
Esta
hospitalidad sexual, nace en el intercambio de esposas, y se considera un
signo de amistad. Podría decirse que tal costumbre es consecuencia de la vida
nómada que obliga a los hombres a estar ausentes de sus hogares durante
largos
periodos de tiempo, por lo que esa hospitalidad sexual, se concibe como medio socialmente aceptado
para
mitigar las tensiones sexuales de los varones y disminuir la agresividad
que pudiera generarse de su prolongada abstinencia. Pero
también es la mujer quien se ofrece al
forastero, sin necesidad de consultar u obtener la aprobación de su cónyuge.
comerciantes que eran,
aquellos inuits acogieron bien a
Jhuno y Neurana, a lo que, además,
estaban obligados por las costumbres, tanto de inuits como de yupiks,
y era la ley de la hospitalidad, que incluso, llegaba a términos insospechados,
el marido debería de permitir que su huésped tuviera relaciones con su mujer.
Esta
hospitalidad sexual, nace en el intercambio de esposas, y se considera un
signo de amistad. Podría decirse que tal costumbre es consecuencia de la vida
nómada que obliga a los hombres a estar ausentes de sus hogares durante
largos
periodos de tiempo, por lo que esa hospitalidad sexual, se concibe como medio socialmente aceptado
para
mitigar las tensiones sexuales de los varones y disminuir la agresividad
que pudiera generarse de su prolongada abstinencia. Pero
también es la mujer quien se ofrece al
forastero, sin necesidad de consultar u obtener la aprobación de su cónyuge.
Neurana, siguiendo
esta costumbre, y pasados unos días, lo había hablado con su esposa Nukâka.
―Habrá que ir pensando en que
tienes
que yacer con el Jhuno, ―decía Neurana
a su esposa―.
que yacer con el Jhuno, ―decía Neurana
a su esposa―.
―Si esposo mío, lo había pensado
yo, pero no estoy segura de sí Jhuno, por ser extranjero sabrá apreciar
nuestras costumbres.
― ¿A ti te agradaría, o por el
contrario te causa repulsa?
―Sabes que es nuestra obligación,
Jhuno viene viajando mucho tiempo, y cuando se marche de aquí, lo hará también
por mucho tiempo. Se lo debemos, ―decía Nukâka.
―Mira si te parece, mañana tendré
construido un pequeño iglú para
que nuestro hijo y yo, pasemos la noche, y tú te
acicalas bien, que yo mandaré a Jhuno a nuestro iglú, donde tú le esperaras
desnuda envuelta en pieles y lo tendrás para ti toda la noche.
que nuestro hijo y yo, pasemos la noche, y tú te
acicalas bien, que yo mandaré a Jhuno a nuestro iglú, donde tú le esperaras
desnuda envuelta en pieles y lo tendrás para ti toda la noche.
―Está bien esposo mío, ― le
contestó
Nukâka a su esposo, ―será
una sorpresa para Jhuno, ―no pudiendo reprimirse una sonrisa pícara.
Nukâka a su esposo, ―será
una sorpresa para Jhuno, ―no pudiendo reprimirse una sonrisa pícara.
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