WIYOHPEYATA
WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XV: La partida
Jhuno estaba preparado para viajar al otro lado, a las tierras
originarias de Neurana, como el mismo
le había indicado, y fácilmente lo podía haber intentado en el verano ártico,
navegando.
Ya tenía la experiencia suficiente en navegación con canoas,
pues se había recorrido miles de kilómetros de la costa pacífica de aquel nuevo
mundo, desde la península de California, hasta aquella playa donde se encontró
con el hombre esquimal, el yupik Neurana,
del que ahora mismo, se había hecho tan amigo, con el que tenía compartido,
prácticamente todo en aquellos meses, y en este caso, en particular, y pese a
no acabar de entenderlo en su totalidad, habían compartido hasta la mujer, la
bella esposa de Neurana, al menos a
los ojos de éste.
Nukâka había sido para Jhuno algo
más que la mujer de su amigo, en aquellas noches, en que contadas ocasiones,
gozó de ella, pero no sólo lo hizo carnalmente, puesto que también gozo de ella
como amiga, a la que contaba sus dudas, sus inquietudes, sus miedos, en
definitiva, la gran incertidumbre de su vida. Aquello que en un principio le
hizo venir a un mundo extraño, para conocer a su amada, para después perderla,
poco después del hijo de ambos. Ella, Nukâka,
siempre tenía algunas palabras de consuelo para con Jhuno, que unido al
descanso que ofrecía al cuerpo del albino, al que conseguía hacer gozar una vez
y otra, durante la larga jornada nocturna, hacía que el noruego saliera del
iglú, como si de un remanso de paz, se tratara.
Quizás, fuera eso, quizás aquellas noches con Nukâka, el descanso de su cuerpo con
ella, y de su alma en sus conversaciones, hicieron más soportable la estancia
de aquel guerrero que se encaminaba hacia su destino, a ciegas, habiendo
recorrido gran parte de un mundo totalmente desconocido, y que cuanto más
viajaba, más incierto era su destino.
Jhuno, impaciente, le había dicho a Neurana en varias ocasiones,
que habiendo aprendido a construirse su propio «kayak», podía realizar con este su travesía a través del mar, cerca
de aquellas islas donde habitan los aleuti,
que según le había dicho el yupik llegaban al otro lado del mar, donde
había tierra. Aquellas islas
donde vivían los aleuti, han pasado a
nuestros días con el nombre de islas
aleutianas.
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