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viernes, 20 de marzo de 2015


WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XVI: El regreso a la dehesa


Ella no tuvo tiempo de nada, ni de situarse en la nueva escena de amor recíproca que se habían declarado instantes antes, ni en la cámara, donde sin saberlo, estaba delante de la gran cama donde dormía Leonor. Ella no tuvo más que empujarle, y él cediendo ante el empuje cayó de espaldas sobre la cama, a merced de ella, que sabedora del desasosiego que lo embargaba en aquellos momentos paso decididamente al ataque y se abalanzo sobre el cuerpo del rubio Harek para poder darle un beso en los labios, en el que él, sin capacidad de reacción, se dejó hacer en todo por ella.
Recuperado del embate a que le había sometido, giró sobre sí mismo, haciendo que ella se volcase y cayera de espaldas en la cama, para, a continuación, echarse encima de ella, y esta vez, ser el noruego quien la besara, esta vez era el quien llevaba la iniciativa, y haciendo que ella abriera la boca, la exploro lentamente con su lengua, saboreándola a ella a través de su boca. Leonor, sobrepasada en esos instantes, se dejó explorar, se dejó saborear, a la vez que ella hacía lo mismo con él.
En aquella posición, el sentía los pechos desnudos de la belleza que se encontraba bajo su ardor, y su pasión comenzó a tener efectos en forma de dilatación de su miembro que cada vez más, consciente o inconscientemente buscaba acoplarse al pubis de ella, y logrado esto, no pudo resistirse a realizar, pese a estar todavía con ropas, tanto él como ella, ciertos embates, que hicieran que ambos perdieran la consciencia de todo lo que les rodeaba.
Ya, no eran Leonor de Guzmán, favorita del rey de Castilla y León, ni Harek el que le brindaba seguridad, sino que eran un hombre y una mujer, que se amaban, pero sobre todo y en aquellos momentos se deseaban. En esos momentos el deseo sexual era tan fuerte, que ni siquiera se habían dado cuenta, de que la puerta de la cámara, no estaba cerrada por dentro y que por tanto podían ser sorprendidos.

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