WIYOHPEYATA
WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XIV: La coronación
― ¡Harek,
cuanto tiempo sin verte!, ―exclamó Leonor, sin pudor alguno, a la vez que se
levantaba y le daba un abrazo al noruego, que se sintió visiblemente turbado.
Allí estaba
la mujer que amaba desde tiempo atrás, y ahora que la volvía a encontrar,
resulta un amor imposible. Era ni más ni menos que la favorita del rey.
― ¿Es que
conocíais a Harek con anterioridad, amada mía?, ―interpeló a Leonor, no sin
cierta curiosidad, el rey.
―Mi señor,
―tal era el tratamiento que mantenía con el monarca cuando se encontraban en
público―resulta que este caballero, me salvó la vida a mi regreso del viaje
compostelano, muy cerca de la ciudad de Salamanca, cuando unos forajidos nos
asaltaban. Fue su arco certero el que cercenó la vida de aquellos que nos
amenazaban.
―Que sepáis
señora, ―tal era el tratamiento que dispensaba a su amante, en público, ―a que
a mí también me la salvó, en las cercanías de Ciudad Rodrigo, ante una bestia
infame, y también lo hizo con sus flechas y su arco. Estamos por tanto, ambos,
en deuda con él.
Leonor
asintió ante aquella afirmación del rey, porque era verdad, a ambos les salvó
la vida, pero a ella, en aquel tiempo al menos, le había robado el corazón.
Ante el ademán
con la mano del monarca, de que se sentara a la mesa, y cenara con ellos, tal
había sido la previa invitación y por aquella causa se había presentado allí,
se sentó para compartir la cena y el suplicio de haber encontrado a su amada y
no poder declararle su amor.
La
conversación fue algo tensa, al menos para Harek, que se distendió un poco,
cuando Leonor sin poder remediarlo, se echó a reír, al comentar que Harek,
cuando lo conoció no sabía montar a caballo.
― ¿Por
cierto, que tal jinete sois en la actualidad?, ―preguntaba Leonor a Harek.

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