WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XVIII: ¿Maldición?
El ainu se despidió, y fue entonces cuando comenzaba la caza, la
presa era Jhuno, y los cuatro guerreros eran los cazadores, o eso pensaban
ellos, al menos. No sabían, ni siquiera sospechaban que se iban a enfrentar al
mejor cazador que pudieran encontrar en varias vidas, si es que la
reencarnación existe.
Los cuatro guerreros se habían aproximado al campamento de aquel
ser extraño, estaban ya muy cerca, y lo habían hecho en distintos puntos, para
cuando Hayato lo hiciera, presentarse
en el mismo, por los cuatro costados, con las espadas desnudas, para que no
pudiera defenderse ante tal amenaza y se rindiera sin lucha.
En un momento, y casi al unísono, desenvainaron sus espadas, que
asieron con las dos manos, adoptando la postura de ataque, ligeramente hacia
adelante, a modo de defensa, para dar el único y solitario contragolpe mortal
al que estaban acostumbrados. Eran guerreros muy hábiles con la espada.
Cuando en un momento dado se adelantaron los cuatro, saliendo de
entre los árboles, pudieron comprobar que el campamento estaba vacío, no había
extraño, no había perro, si algunas pertenencias, pero ellos no estaban.
Jhuno, no sólo los había oído, también lo había hecho Ska, al que Jhuno no le permitió ladrar
para no mostrarse sabedores de que iban a ser atacados. Su olor dejaba entrever
que los atacantes, hacía tiempo no eran muy higiénicos que digamos, sus raídas
ropas tenían diversas machas de comidas precipitadas anteriores, y la suciedad
de sus manos, cara y cuerpo en general, era notoria, no únicamente en cuanto a
olor, sino a simple vista.
—Silencio Ska, —le
había dicho, de palabra y con un gesto de la mano—.
Jhuno percibió el lento acercamiento de los guerreros a su
campamento, poco después el suave pero inexorable desenvaine de sus espadas, y
por último el ataque.
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