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viernes, 27 de marzo de 2015



WIYOHPEYATA WAZIYATA
Libro IV de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XVIII: ¿Maldición?
El ainu se despidió, y fue entonces cuando comenzaba la caza, la presa era Jhuno, y los cuatro guerreros eran los cazadores, o eso pensaban ellos, al menos. No sabían, ni siquiera sospechaban que se iban a enfrentar al mejor cazador que pudieran encontrar en varias vidas, si es que la reencarnación existe.
Los cuatro guerreros se habían aproximado al campamento de aquel ser extraño, estaban ya muy cerca, y lo habían hecho en distintos puntos, para cuando Hayato lo hiciera, presentarse en el mismo, por los cuatro costados, con las espadas desnudas, para que no pudiera defenderse ante tal amenaza y se rindiera sin lucha.
En un momento, y casi al unísono, desenvainaron sus espadas, que asieron con las dos manos, adoptando la postura de ataque, ligeramente hacia adelante, a modo de defensa, para dar el único y solitario contragolpe mortal al que estaban acostumbrados. Eran guerreros muy hábiles con la espada.
Cuando en un momento dado se adelantaron los cuatro, saliendo de entre los árboles, pudieron comprobar que el campamento estaba vacío, no había extraño, no había perro, si algunas pertenencias, pero ellos no estaban.
Jhuno, no sólo los había oído, también lo había hecho Ska, al que Jhuno no le permitió ladrar para no mostrarse sabedores de que iban a ser atacados. Su olor dejaba entrever que los atacantes, hacía tiempo no eran muy higiénicos que digamos, sus raídas ropas tenían diversas machas de comidas precipitadas anteriores, y la suciedad de sus manos, cara y cuerpo en general, era notoria, no únicamente en cuanto a olor, sino a simple vista.
—Silencio Ska, —le había dicho, de palabra y con un gesto de la mano—.
Jhuno percibió el lento acercamiento de los guerreros a su campamento, poco después el suave pero inexorable desenvaine de sus espadas, y por último el ataque.

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