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miércoles, 6 de julio de 2016



La sombra del shōgun
Libro V de la Leyenda de Jhuno
CAPÍTULO XII: La ceremonia del té

Chashitsu 

Durante las semanas que habían permanecido en Kamakura, la capital del imperio en aquella época, habían permanecido hospedados en una especie de fonda, donde la parte principal era el lugar donde se comía y cenaba, pues aquel era el principal negocio. Las habitaciones, estaban en la parte alta del edificio, desde donde se podía oír el bullicio del restaurante, especialmente tras las cenas, lo que imposibilitaba en gran medida el conciliar el sueño. Ello no era óbice para que algunas de las noches Hayato y sus dos compañeros samurais y Jhuno, se acostaran temprano, especialmente en las últimas noches de su estancia en la capital, más que nada, por falta de dinero. Habría que esperar a la audiencia con el shōgun, donde intentarían paliar, en la medida de lo posible, esa carencia de efectivo que, cada día, les hacía más difícil la vida en la capital.
Hasta entonces habían subsistido con los premios ganados por Hayato en los diferentes combates mantenidos por aquél, en los concursos de ese tipo, en los que había participado, cuyas cuantías no eran nada despreciables. Ello les había posibilitado unos ropajes acordes con su condición de samurais con señor, al que habían añadido el kamon del mismo. Todo el mundo que los veía, los apreciaba, por el solo hecho de ir vestidos adecuadamente a su condición, pero a la vez miraban al ser extraño que los acompañaba, a Jhuno, que en aquellas tierras y en aquella época, les resultaba muy difícil de catalogar.

Durante aquellas semanas, de interminables días ociosos para los samurais y para Jhuno, Hayato le había contado todo aquello que en su primera visita a Kamakura le había acontecido, y su incorporación al castillo, al servicio del señor de la isla del norte, concretamente hasta su llegada al mismo. Las explicaciones que, le había dado a Jhuno, sobre el uso del yumi, la utilización de las distintas clases de banderas, y sobre todo las distintas formaciones que adoptaban las fuerzas expedicionarias en aquella isla remota, le habían seducido al albino.

—No obstante, —continuaba relatando Hayato —, en mi fuero interno, sabía que tenía un serio problema. Por mi educación en las distintas armas, era un samurai atípico, ya que, siendo un maestro con la katana, no dejaba de ser un aprendiz, en distintas artes de la lucha y por supuesto de la guerra.

—Entiendo lo que quieres decir, tú fuiste educado para usar magistralmente la espada, como yo aprendí desde pequeño el uso del arco, —le comentaba Jhuno—.

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