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martes, 12 de julio de 2016

Dibujo de una Geisha

La sombra del shōgun
Libro V de la Leyenda de Jhuno
CAPÍTULO XIII: Geishas y Oiran
Oiran retratada por el pintor Katsushika Hokusai (1760-1849)  
 Todo aquel tiempo que duro la ceremonia, Jhuno no articuló palabra, pero cada acto, cada movimiento era seguido con sumo interés por el vikingo que no acertaba como podía haber una cultura tan refinada sobre la tierra, desde el punto de vista de lo que él conocía. Todo aquello no hizo más que hacer imaginarse un lugar parecido donde se encontrara su amada Lilan Kakan, a la que hacía tiempo echaba de menos, pues llevaba varias semanas sin soñar con ella. O bien ella, sin aparecerse en sus sueños.

Su imaginación se fue por otros derroteros y hasta el punto de que pensando en su amada, llego a tener una erección, que pensó había pasado desapercibida para todos los presentes, pero que en vista de la postura que había adoptado, Hayato, fue consciente de que su amigo necesitaba estar con una mujer. En aquel momento no dijo nada. Pero había tomado la decisión de ir a una casa de gheisas, primero y después ya vería.

Sobre aquellas mujeres que en Japón eran denominadas geisha, no importaba tanto su belleza como su conversación, su cultura y sus conocimientos políticos. Educadas para dar placer y prestigio a sus patrones, no eran dueñas de sí mismas. Hoy, sin embargo, no pocas japonesas eligen libremente esta profesión y se muestran orgullosas de mantener la tradición en su país.

Una geisha, pronunciado «gueisha», es una artista tradicional japonesa, cuyas labores constituyen, tras un aprendizaje que podía ser tanto desde los quince años o de la infancia, en entretener en fiestas, reuniones o banquetes, tanto exclusivamente femeninos o masculinos como mixtos.

Las geishas se originaron como profesionales del entretenimiento; originalmente la mayoría eran hombres. Las geishas usaban sus habilidades en distintas artes japonesas, música, baile y narración. Las geishas de ciudad («machi») trabajaban independientemente en fiestas fuera de los «barrios de placer», mientras que las de barrio («kuruwa») lo hacían dentro de éstos. Las geishas de machi y de kuruwa no se distinguían en términos de como entretener: ambos tipos de geishas cantaban, bailaban y aprendían las otras artes tradicionales, con la diferencia de que el incienso utilizado para marcar la duración del servicio era menor para las kuruwa, que para las machi, puesto que entretenía en lugares con menos aglomeración de gente y con un público más selecto.

Al declinar el nivel artístico de las cortesanas, las geishas —hombres y mujeres— tuvieron mayor demanda. Los hombres, alrededor del siglo XVII, se empezaron a disminuir, pues las cortesanas que, a pesar de ser muy cultas, no gozaban de la libertad para salir de su distrito y ni siquiera de su casa. Por lo tanto, muchas cortesanas comenzaron a retirarse de su trabajo y empezar una nueva vida.

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