Dibujo de una
Geisha
La sombra del shōgun
Libro V de la Leyenda de Jhuno
CAPÍTULO XIII: Geishas y Oiran
Oiran retratada
por el pintor Katsushika Hokusai (1760-1849)
Todo aquel
tiempo que duro la ceremonia, Jhuno no articuló palabra, pero cada acto, cada
movimiento era seguido con sumo interés por el vikingo que no acertaba como
podía haber una cultura tan refinada sobre la tierra, desde el punto de vista
de lo que él conocía. Todo aquello no hizo más que hacer imaginarse un lugar
parecido donde se encontrara su amada Lilan
Kakan, a la que hacía tiempo echaba de menos, pues llevaba varias semanas
sin soñar con ella. O bien ella, sin aparecerse en sus sueños.
Su imaginación
se fue por otros derroteros y hasta el punto de que pensando en su amada, llego
a tener una erección, que pensó había pasado desapercibida para todos los
presentes, pero que en vista de la postura que había adoptado, Hayato, fue
consciente de que su amigo necesitaba estar con una mujer. En aquel momento no
dijo nada. Pero había tomado la decisión de ir a una casa de gheisas, primero y después ya vería.
Sobre aquellas mujeres que en Japón eran denominadas geisha, no importaba tanto su belleza
como su conversación, su cultura y sus conocimientos políticos. Educadas para
dar placer y prestigio a sus patrones, no eran dueñas de sí mismas. Hoy, sin
embargo, no pocas japonesas eligen libremente esta profesión y se muestran
orgullosas de mantener la tradición en su país.
Una geisha, pronunciado «gueisha», es una artista tradicional japonesa, cuyas labores
constituyen, tras un aprendizaje que podía ser tanto desde los quince años o de
la infancia, en entretener en fiestas, reuniones o banquetes, tanto
exclusivamente femeninos o masculinos como mixtos.
Las geishas se
originaron como profesionales del entretenimiento; originalmente la mayoría
eran hombres. Las geishas usaban sus
habilidades en distintas artes japonesas, música, baile y narración. Las geishas de ciudad («machi»)
trabajaban independientemente en fiestas fuera de los «barrios de placer», mientras que las de barrio («kuruwa») lo
hacían dentro de éstos. Las geishas de machi y de kuruwa no se
distinguían en términos de como entretener: ambos tipos de geishas cantaban, bailaban y aprendían las otras artes
tradicionales, con la diferencia de que el incienso utilizado para marcar la
duración del servicio era menor para las kuruwa,
que para las machi, puesto que
entretenía en lugares con menos aglomeración de gente y con un público más
selecto.
Al declinar el nivel artístico de las cortesanas, las geishas —hombres y mujeres— tuvieron
mayor demanda. Los hombres, alrededor del siglo XVII, se empezaron a disminuir,
pues las cortesanas que, a pesar de ser muy cultas, no gozaban de la libertad
para salir de su distrito y ni siquiera de su casa. Por lo tanto, muchas
cortesanas comenzaron a retirarse de su trabajo y empezar una nueva vida.
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