La sombra del shōgun
Libro V de la Leyenda de Jhuno
CAPÍTULO XX: El tigre blanco
1331 Limán del Amur
Jhuno nunca fue consciente de lo
que dejaba atrás cuando abandonaba tierras de Japón. Desde luego, lamentaba
profundamente la muerte de Hayato, con el que había llegado a tener una gran
amistad. Aquel maestro de la espada, le había enseñado a Jhuno, la forma de
morir con honor de los samuráis, una muerte a la que se enfrentan sin miedo
alguno, y que preserva, para ellos, todo el honor del guerrero.
Pensaba Jhuno, que quizás en la
tierra a la que se dirigía tuviera que realizar una muerte así, o en cierta
forma, similar, por la que poder cruzar el umbral que lo separaba de su amada Lilan Wakan, a la que cada día echaba
más de menos. Todo el tiempo en que estuvo en Japón, no había tenido contacto
con ella, ni espiritual ni carnalmente. Sí, la echaba mucho de menos. Cada día,
cada semana, cada mes y año que la perdiera en aquellas lejanas tierras de
Mesoamérica la echaba de menos, y cada noche, sobre todo cuando intentaba
conciliar el sueño, esperando, en vano, muchas ocasiones, soñar con ella.
Jhuno navegaría por las frías
aguas hasta el liman del Amur, el rio del
Dragón Negro, pero de los acontecimientos que ocurrirían en las tierras que
había dejado, nunca sabría nada. Él viajaría ya por el continente, en dirección
al oeste, mientras en las islas del sudeste, aquellas que conformaban el
imperio de Japón, y las que lo conformarían mucho más tarde, como la isla del
norte en la que también había estado, los acontecimientos que se avecinaban
darían con la muerte de todos aquellos que habían intervenido en la muerte de
su amigo Hayato, como si de una venganza se tratara, tanto el shōgun, como el shikken, la sombra del shōgun,
perdieron la vida.
También le sucedió al jitō, señor del castillo del shoen de la isla del norte, durante los
primeros meses del shōgunato de Ashikaga.
En este caso fue obligado a cometer seppuku,
muriendo de esta manera, en el mismo patio del castillo, en el mismo lugar que,
años atrás presenciara la muerte de Hayato. El señor de aquel castillo, si no durante
las guerras Genko, viendo los acontecimientos, si en la restauración Kenmu, se
había puesto de parte del emperador por lo que había permanecido en su puesto,
con proyección de futuro, pero he ahí, que con la subida al poder de Ashikaga,
se vio truncada su trayectoria. Es triste que fuera encumbrado por un shōgun y muerto por otro.
Kiyoshi y Yusei también morirían en el intento de
lucha contra el shōgun. Primero
Yusei, en el sitio de Kamakura, cuando se procedió a la conquista de la sede
del último shōgun de Kamakura. Kiyoshi lo haría más tarde, defendiendo
los derechos del emperador hasta su muerte, cuando luchaba contra el que sería el
primer shōgun, del shōgunato de Ashikaga.
Pero todo ello sucedería sin que
Jhuno lo supiera, sin que tuviera nunca noticia de ello, comenzando a poco de
que el albino navegando por el mar, siempre hacia el norte, llegara a la
desembocadura del río Amur, en lo que se conoce como el liman del Amur.
No le había sido difícil al
navegante, vivir de la pesca de aquellos mares, equilibrando la dieta con el wasnâ que antes de embarcar, había
elaborado. Era Jhuno un experto cazador y no lo era menos en cuanto a la pesca.
A lo largo de los viajes que había realizado por el mundo había aprendido lo
mejor de cada cultura, de cada pueblo, de cada zona geográfica, para poder
sobrevivir. No tenía problemas en el desierto ni en las grandes praderas o
llanuras, tampoco en los grandes bosques, mucho menos en aquella tierra que se
asemejara a la suya, dominada por las aguas y las nieves, pero tampoco temía
nada de los grandes hielos.
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