Vistas de página en total

jueves, 15 de febrero de 2018


El ejercito mongol en marcha
LA TIERRA DONDE HAS DE MORIR
Libro VI de la Leyenda de Jhuno
Capítulo XXI: Los jinetes de la muerte
Un atardecer, Jhuno, pudo observar que el cielo se tenía de rojo, en un principio se acordó de aquellas palabras de su amada que le había advertido que su muerte ocurriría cuando el cielo se tiñera de rojo, «el momento de tu muerte, será cuando el cielo esté rojo», fueron las palabras exactas. Sin embargo, pese a que la coloración rojiza del cielo era del todo inusual, Jhuno sabía que había muchos atardeceres, en los que la luz del sol al perderse por occidente hacía que el cielo se tiñera de ese color. Jhuno miraba fijamente el cielo, con los últimos rayos del sol, instantes antes de desaparecer, seguía del mismo color. No estaba seguro si ese color en el cielo era el aviso de Lilan Wakan, estuvo dudando. El sitio donde debía esperar era donde estaba, el cielo estaba rojo, así que el albino, enfermo, cansado deseoso de morir, quiso dar por buena esas dos coincidencias ¡pronto se reuniría con su amada!
Pero el sol se ocultó del todo, la claridad daba paso a la oscuridad de la noche, pero el cielo seguía rojo, especialmente tras una loma. Allí, el color rojo era más intenso. Jhuno pensaba que no era posible, que siendo de noche, el cielo estuviera rojo y aquello no era una aurora boreal, como las que había visto en el norte. ¡Por fin el cielo estaba rojo! Era inequívoco, estaba a punto de alcanzar su destino. Ahora, solamente faltaba una última cosa, ver a los jinetes de la muerte.
Jhuno no supo discernir el motivo por el cual el cielo estaba rojo, pensaba que era un designio de algún dios caprichoso, pero en realidad eran las grandes hogueras del ejercito mongol de la Horda de Oro, que estaban acampados tras aquella loma. Jhuno nunca había visto un ejército tan numeroso, por lo tanto, no podía imaginar que las fogatas de un campamento de miles de guerreros mongoles pudieran teñir el cielo de rojo, aunque en realidad no fuera más que el resplandor de las llamas en la oscuridad de la noche.
En las primeras horas de luz de la mañana siguiente, Jhuno pudo observar, lo que era la avanzadilla de aquel poderoso ejército, unos cientos de jinetes que iban abriendo paso al grueso de las fuerzas ¡los jinetes de la muerte! Eso fue lo que le vino a Jhuno a la cabeza nada más verlos. Era muy sencillo saber por qué. Estaba en el sitio donde Talutah le había dicho, la noche anterior el cielo se había teñido de rojo, aquellos no eran otros que los jinetes de la muerte, Jhuno lo tenía claro. Sus días llegaban a su fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario