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lunes, 13 de mayo de 2019


Batalla de Crécy. Carga de la caballería francesa

El cuarto jinete
Libro VII de La Leyenda de Jhuno
CAPITULO XII: Las cargas de la caballería
Con anterioridad, se pudo observar a una docena de caballeros ingleses que caminaban por la línea del frente, con sumo cuidado de no hacer caer a los caballos en los hoyos que, previamente, habían excavado los arqueros ingleses. Tres de aquellos caballeros portaban sendos estandartes y un cuarto una gran bandera con las flores de lis y los leopardos enmarcados en oro, el escudo de armas del rey de Inglaterra.
Mientras el rey montaba una yegua gris, los caballeros que lo acompañaban montaban caballos destreros. Llevaba puesto su sobreveste con el escudo de armas, pero montaba a cabeza descubierta, pues su casco coronado lo había puesto en la perilla de su silla de montar. Se paseo a un ligero trote por delante de las filas de sus hombres, hasta que alzó su bastón de mando blanco para silenciar los vítores con que le agasajaban sus hombres.
Muchos de los arqueros, la primera línea de las huestes inglesas, se habían descubierto ante la presencia de su rey, incluso algunos de ellos habían hincado rodilla en tierra. Fue en ese momento cuando el rey de Inglaterra, Eduardo III, comenzó a arenga a sus hombres, en aquellos momentos previos a la batalla, para insuflares valor y coraje.
No fue una arenga larga, pero sí que tocó la fibra de cada uno de los ingleses. Reclamaba para sí, con toda legitimidad, las tierras de Francia que habían pertenecido a sus antepasados, terminando con un grito que ya era un clásico antes de las batallas ¡por Dios, por San Jorge y por Inglaterra! Aquello enfervorizó a los ingleses que no hacían más que lanzar vítores a su rey, a su patrón y a Inglaterra. Tras aquella arenga a los arqueros en el centro del frente, repitió la misma en los flancos de todo su frente, con las mismas reacciones entre sus súbditos.
Al igual que los franceses, desde mayor distancia, Harek y Richard veían la escena, nada inusual para el inglés que comprendía lo que estaba sucediendo, pero algo de sorpresa para el noruego.
—¿Qué está haciendo el rey, mostrándose así ante los franceses?
—Seguramente dos cosas, Harek, por no decir tres.
—¿Cuáles son esas cosas?
—La primera de ellas, supongo que, será dar una arenga a los soldados de su ejército, esos que van a dar la vida por él y por Inglaterra. Seguramente les diga que su opción es la justa, la que quiere Dios, de tal manera que suba el ánimo de los combatientes.
—Entiendo, pero eso lo podía hacer en la parte posterior de los soldados que están al frente.
—Quiere dejar ver a los suyos, que se expone ante el enemigo, pese a que todos sabemos que ningún dardo de ballesta va a poder alcanzarle a esa distancia. Es algo simbólico, algo que en esos momentos los soldados necesitan, y su rey se lo da.
—¿Cuál sería otra de esas razones que me decías?
—Harek, el rey con su presencia en esa parte, le está diciendo a los franceses que, si lo quieren van a tener que ir por él. Ahí, el rey, se ofrece como botín de guerra ante sus enemigos. Todos saben que aquél, de entre los franceses, que logre hacer prisionero al rey de Inglaterra, tendrá solucionada su fortuna para toda su vida. Inglaterra entera pagará lo que se le pida por el rescate de su rey.

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