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lunes, 13 de mayo de 2019


Ballesteros genoveses en los inicios de la batalla de Crécy
El cuarto jinete
Libro VII de La Leyenda de Jhuno
CAPITULO XI: La batalla de Crécy
Ante la presencia del ejército francés que, precipitadamente se recomponía para entrar en batalla haciendo gala de sus escudos de armas, al menos los caballeros y la nobleza, los ingleses, se levantan de sus sitios en silencio. Solamente los arqueros ordenados en las primeras posiciones dan un paso adelante, mientras la infantería irlandesa y galesa, en segunda línea desenvainan sus espadas. Por último, los hombres de armas de la tercera fila, levantan sus lanzas «tan derechas, que se asemejan a un pequeño bosque».
Si Felipe no había podido detener su ejército antes de llegar al campo de batalla, en estos precisos instantes le resultaba todavía más imposible, ante la presencia de los ingleses. La vista del enemigo produjo en Felipe el efecto que causa siempre en todos los franceses: el ardor del combate y el furor guerrero. «Ved, gritó, a los malvados que han degollado a mis pobres pueblos; perdido, incendiado y despoblado la Francia. Vamos, señores, barones, caballeros, escuderos y hombres buenos de los comunes, venguemos nuestras injurias, olvidemos odios y rencores pasados,existen entre nosotros, y corteses y sin orgullo portémonos en esta batalla como hermanos y parientes».
El rey de Francia supo de la sabiduría del consejo de parar su ejército, descansar, reagruparse y plantear batalla a la mañana siguiente, pero los acontecimientos se habían precipitado, y ahora, todo su ejército gritaba y clamaba por entrar en batalla. Ahora no era el momento de dar marcha atrás, ello hubiera sido mal interpretado, con toda seguridad.
Pero las dudas también estaban del lado inglés, el propio mariscal inglés, el conde de Warwick, las expresaba así a su rey.
—Majestad, ¿estáis seguro de que este es buen lugar para presentar batalla a los franceses?
—¿Acaso deseas Thomas que, salgamos huyendo de este lugar, para encontrar, quizás, otra colina semejante a esta o mejor que esta, dónde presentar batalla?
—No majestad, pero si podíamos huir, somos menos que los franceses, podemos ir más rápidos.
—Nos tienen a la vista, saben dónde estamos, saben por dónde nos retiraríamos, sólo tenían que enviar a la caballería para alcanzarnos. ¿De verdad crees que podíamos resistir el empuje de la caballería francesa en campo abierto?
—No majestad. Mi idea era la de retirarnos sin presentar batalla, lo más rápido posible para llegar a Flandes, donde con los refuerzos podríamos presentar batalla con ciertas garantías.
—No Thomas, presentaremos batalla aquí, en Crécy. Está decidido.
 —Vos sois el rey, os corresponde esa decisión, a mí el proponeros alternativas, majestad.
—Lo sé Thomas, lo sé, te lo agradezco, y no creas que yo no he tomado en cuenta tu consideración, es más, también lo había meditado antes, pero creo que nuestra oportunidad es aquí, en Crécy.
—Por otro lado, majestad, tenéis demasiado en cuenta la opinión de ese noruego, Harek, creo que se llama. No olvidéis que es un extranjero, nada nos garantiza que trabaje de nuestro lado.
—Thomas, según tú ¿cuál es la principal arma que tiene nuestro ejército?
—Sin lugar a dudas, nuestra caballería, lo ha demostrado en muchas ocasiones, majestad.
—No discuto que no sea eficiente nuestra caballería, que lo es, ¿pero, en verdad crees que sería suficiente nuestra caballería para enfrentarse a la caballería francesa?
—No majestad, nuestra caballería es muy inferior en número a la francesa.
—Hasta ahora Thomas, hemos hecho una gran cabalgada por tierras de Francia, y hemos conseguido salir airosos por la sencilla razón de que sabíamos por dónde nos movíamos, hemos evitado en todo momento al ejército francés, incluso lo hemos burlado en dos o tres ocasiones. Si que disponemos de caballería, de infantería, y de arqueros, pero no en número suficiente en ninguno de los casos, ni en conjunto para enfrentarnos a los franceses con un resultado seguramente catastrófico para nosotros.
En una batalla hay que huir de la incertidumbre, de aquella suerte que puede volcar el resultado en uno u otro lado. Considero que hay que buscar la certeza de que la batalla puede ganarse, y eso es lo que hemos hecho.
—Majestad, este sitio lo eligió ese noruego, me refería a eso.
—Te equivocas Thomas, este sitio lo elegí yo, él me indicó el sitio, con sus posibilidades, yo lo elegí, nadie más que yo. Pero entiendo tus dudas Thomas.
—Gracias majestad.
—¿En nuestro ejército de que andamos escasos Thomas?
—De caballería mi señor, lo hemos hablado antes, también de infantería, supongo, debido más que nada al número de hombres de armas franceses.
—¿De qué tenemos mucho, o mucho más que el enemigo?
—Arqueros, mi señor.
—Además de arqueros, tenemos muchas flechas Thomas.
—Si majestad, las suficientes para parar a todo un ejército como el francés.

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